Santiago Maratea: del influencer solidario al jugador con socios propios

Durante un buen tiempo, el nombre de Santiago “Santi” Maratea fue un sinónimo de solidaridad mediática. Cada colecta millonaria lo hacía ver como el abanderado de una juventud comprometida que suplía las carencias de un Estado que, según el propio discurso de Maratea, no hacía más que fallar a los propios argentinos. Sus seguidores, la mayoría niños y adolescentes, veían entonces una especie de superhéroe solidario: si el Gobierno no estaba, Santi sí y no tenía problema en señalarlo.
Pero, desde que Javier Milei asumió el poder, con un discurso libertario que reivindicaba la antipolítica, Maratea dejó de apuntar sus cañones a la política. Además, mientras Argentina atraviesa una crisis que desnuda la miseria estructural, él parece haber encontrado una nueva pasión: convertirse en futbolista… con una comunidad que le pague por hacerlo.
Todo el mundo hace de su vida lo que se le canta, por supuesto, pero este giro simpático y anecdótico de personalidad nos hace pensar en el lugar que ocupa Maratea hoy. El querer ser “el primer jugador de fútbol del mundo con socios propios” nos hace preguntarnos: ¿dejó de interesarle el bien común para enfocarse solamente en él mismo?
Maratea: de colectas dudosas a membresías sospechosas
Maratea construyó su fama sobre un colchón de colectas solidarias que iban desde pagar tratamientos médicos costosos hasta intentar rescatar a Independiente de la ruina. En cada campaña, su estrategia consistía en apelar a una solidaridad directa mientras que señalaba la “corrupción del kirchnerismo”. Era un rebelde que no necesitaba de la política tradicional, alcanzaba con sus redes y sus seguidores
Sin embargo, ya desde sus campañas más importantes comenzaron a saltar dudas sobre la transparencia en el manejo de fondos. El caso de Independiente, por ejemplo, nunca dejó del todo claro adónde fueron a parar los millones recaudados. Hoy, con su proyecto “Socios de Maratea”, la historia parece repetirse.
La plataforma digital donde se centralizan los pagos fue señalada por exponer datos sensibles, como números de tarjetas de crédito y débito, mails y fechas de vencimiento. Un programador denunció públicamente una falla de seguridad que deja vulnerable a toda la comunidad de “socios”, sin que hasta ahora el influencer haya ofrecido respuestas claras.

Un nuevo negocio con disfraz de comunidad
El concepto detrás del proyecto es, digamos… interesante: quienes se sumen a la membresía (que tiene 2 categorías, “creyentes” por $2.000 y “convencidos” por $4.000 al mes) van a recibir contenido exclusivo sobre la vida de Maratea como futbolista. Según él, este dinero no será para él, sino para “mejorar las condiciones del equipo de reserva” de Colegiales, el club donde entrena.
Si hay algo en lo que es bueno Maratea es en el uso del lenguaje aspiracional: “No quiero seguidores, quiero socios que me sostengan en este camino”, dijo. Sin embargo, más que un gesto bondadoso que sale de su corazón, la propuesta parece algo ¿egocéntrica? Mientras muchos de sus seguidores parecen dispuestos a pagar para financiar su sueño, surge una pregunta inevitable: ¿qué queda del Santi que se indignaba por el desamparo del Estado, si hoy su narrativa se centra exclusivamente en su propio ascenso?
La «solidaridad» dejó de incomodar al poder
Algo que es imposible de ignorar es que desde que Milei llegó a la presidencia, Maratea redujo casi a cero sus críticas al Gobierno. Si antes usaba sus colectas para señalar la ineficacia del Estado Kirchnerista, ahora prefiere no hablar del Gobierno Libertario, a pesar de que el ajuste feroz y el desmantelamiento de programas sociales hayan dejado más necesidades que nunca.
Hoy en día Maratea decide mirar hacia adentro y convertir su carrera en un reality show con cuotas mensuales. Esto va muy de la mano con su nuevo sinceramiento brutal: “dejé de ser Wanda Nara, ahora soy Antonela”, afirmó, comparándose con la esposa de Messi. La frase no es inocente, Maratea parece anunciar que ya no le interesa ser el protagonista o el “salvador” de causas colectivas y que prefiere jugar el juego de las marcas, los patrocinios y la construcción de su propia marca.

¿Qué pasa con los seguidores?
Una de las cosas más preocupantes de esta transformación es que Maratea sigue apelando al mismo público juvenil y entusiasta que lo seguía en sus colectas. Solo que ahora no se trata de ayudar a un niño con un tratamiento carísimo o a un club al borde de la quiebra: se trata de sostener el sueño futbolístico del influencer. Incluso a costa de exponer datos sensibles y de trasladar a los socios el riesgo económico y legal de una plataforma vulnerable.
Algunos lo ven como un paso natural de un creador de contenido, otros sospechan que detrás de este giro hay algo más profundo, un síntoma del tiempo en que vivimos. En una Argentina gobernada por un libertario que naturaliza el abandono estatal, ¿no es Maratea, acaso, el rostro perfecto de la nueva “ayuda”? Una que ya no busca transformar la realidad y mejorar la sociedad, sino garantizar el ascenso de un influencer.
Maratea y las críticas
Pero mientras cosecha críticas por el mal manejo de la plataforma y por la decisión de abandonar las colectas solidarias, Maratea se mantiene en silencio. La denuncia del programador sobre la falta de seguridad en el sitio web no tuvo respuesta oficial.
Maratea ya no se postula como la joven promesa solidaria capaz de suplir las fallas del Estado. Hoy es un microempresario de su propio mito, decidido a convertir la solidaridad en un negocio. Lo más preocupante no es solo su giro personal, sino la facilidad con la que muchos siguen comprando ese discurso. Un discurso que, curiosamente, encaja perfecto en el clima político actual: donde cada uno se las tiene que arreglar solo.
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