¿Pueden los “aranceles recíprocos” hacer que Estados Unidos sea grande otra vez?

La política errática de “aranceles recíprocos” del gobierno de Estados Unidos subió a una peligrosa montaña rusa a la economía y a los mercados financieros internacionales, además de despertar una generalizada preocupación por su amenaza de reinstaurar una especie de ley de la selva en el sistema comercial global.
¿Acaso pueden estos “aranceles recíprocos” hacer que Estados Unidos sea grande otra vez? A juzgar por experiencias recientes y las primeras reacciones internacionales, sus consecuencias podrían avanzar justo en sentido contrario a los anunciados objetivos del gobierno del presidente Donald Trump.
Si nos permitimos revisar la historia, existen antecedentes sobre el proceso de recesión que podrían provocar este tipo de medidas en la economía de los EE.UU. Como se sabe, la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930 aceleró la llegada de la Gran Depresión en lugar de aumentar el empleo, que era uno de sus objetivos originales.
El ganador del Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, y el profesor de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs, opinaron que la imposición generalizada de aranceles por parte de Estados Unidos podría desembocar en una grave escasez de bienes y servicios en ese país, una postura sumamente crítica que fue compartida desde The Washington Post, The Economist y otros prestigiosos medios de comunicación internacionales.

Según advirtieron, impulsar semejante política provocaría un significativo aumento de los precios y las presiones inflacionarias, detonando lo que podría calificarse como una verdadera “bomba nuclear económica”.
En ese contexto, la Reserva Federal de los EE.UU. podría verse obligada a responder con un rápido aumento de las tasas de interés, con el consecuente debilitamiento de cualquier impulso de crecimiento económico.
A eso se suma que los precios de los bienes intermedios considerados claves podrían provocar un descenso, no deseado, de las exportaciones de las principales firmas estadounidenses.
Panorama apocalíptico
La imposición de estos “aranceles recíprocos” traerá a Estados Unidos una pérdida de hasta 30 trillones de dólares, según el pesimista pronóstico del Instituto Peterson de Economía Internacional, la Universidad Harvard y la Universidad Yale, entre otras instituciones de reconocido prestigio.
A este apocalíptico panorama se suma que la probabilidad de una recesión en los EE.UU. subiría al 65% durante 2025, lo que podría dejar a cerca de 2 millones de estadounidenses sin trabajo, hundiendo al país en la peor estanflación en las últimas décadas.
A juzgar por estos datos, el retorno triunfal de las industrias manufactureras a Estados Unidos no sería otra cosa que una pura ilusión.
Aprovecharse de “aranceles recíprocos” para promover el retorno de las industrias manufactureras a los EE.UU. puede sonar muy atractivo, pero según la situación actual es un objetivo realmente difícil de alcanzar.

Según coinciden Niall Ferguson, Francis Fukuyama de la Universidad Stanford y otras personalidades de estudios económicos y estratégicos, en Estados Unidos existen serios impedimentos para concretar un retorno exitoso de sus industrias manufactureras.
Como se sabe, la situación actual de los EE.UU. hace que instalación generalizada de fábricas requiera de demasiado tiempo y medidas, teniendo en cuenta que el suministro de energía es insuficiente y resultan demasiado elevados los costos de la mano de obra y del suelo.
A ello se suma que las cadenas de suministro de materias primas y componentes son incompletas en territorio estadounidense, sobre todo en los sectores textiles, de acero, químico y producción de automóviles, entre otras industrias tradicionales.
Esta debilidad estructural requiere de una importante inversión de capital y tiempo, para alcanzar un nivel de reconstrucción que esté a la altura de las necesidades.
Incluso, si el gobierno obligara a algunas de las industrias manufactureras a trasladarse a Estados Unidos, conduciría inevitablemente a un aumento de los precios de los productos, lo que debilitará su competitividad a nivel internacional, además de perjudicar los intereses de los consumidores estadounidenses y de las empresas y capitales multinacionales.
A este panorama se suma el hecho que algunas industrias emergentes de los EE.UU. -como la aeroespacial y la de vehículos eléctricos, entre otras- no solo sufren graves desajustes en el ecosistema de sus cadenas de producción y suministros, sino que también carecen de trabajadores cuantitativa y cualitativamente capacitados para la fabricación de alta gama.

Además, el alto grado de inestabilidad e incertidumbre de las políticas gubernamentales estadounidenses han disuadido a muchas empresas multinacionales de invertir en proyectos de largo plazo en ese país.
Preocupación mundial
Efectivamente, los riesgos de un desborde económico pesan sobre el desarrollo mundial. La economía global acaba de salir de la bruma de la pandemia, y todavía está plagada de presiones cruzadas en torno al crecimiento, la inflación y los endeudamientos.
En este contexto, los aranceles indiscriminados de Estados Unidos despiertan una preocupación generalizada en la comunidad internacional.
La directora general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Dra. Ngozi Okonjo-Iweala, difundió una carta abierta a todos los miembros de la entidad, advirtiendo que la imposición estadounidense de aranceles a gran escala en otros países del mundo, hará que el comercio mundial de bienes se contraiga alrededor de un 1% durante 2025, lo que reducirá en casi 4 puntos porcentuales la anterior previsión.
Por su parte, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, calificó como “débil” el actual crecimiento económico global y advirtió que los citados aranceles suponen un riesgo grave y complicarán aún más las perspectivas de la economía mundial.
Los especialistas parecen coincidir que el garrote arancelario de los EE.UU. llegará acompañado por una disminución de las exportaciones, depreciación de las monedas, suba de precios, déficits fiscales, y disrupciones de las cadenas de producción y suministro, entre otros impactos iniciales en los países de mercados emergentes.
A ello se sumarían mayores turbulencias de los mercados financieros y un estancamiento en la transformación económica y modernización industrial de los países en desarrollo.
China siempre ha creído que no hay ganadores en las guerras comerciales y arancelarias, y que el proteccionismo no ofrece una verdadera salida. Como gran país responsable, China se opone firmemente a la aplicación indiscriminada de aranceles por parte de Estados Unidos. China asume esta firme posición no solo para salvaguardar sus derechos e intereses legítimos, sino también para preservar el sistema multilateral de libre comercio.
Con la mirada puesta en el futuro, China continuará promoviendo la apertura de alto nivel y trabajará con la comunidad internacional – incluyendo la Argentina – para defender el principio de consulta y construcción conjunta, la búsqueda de beneficios para todos, la preservación del multilateralismo genuino y la salvaguarda de la equidad y la justicia internacionales.
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